Ese celular!
-Hola !!
-Hola!!
-Cómo estas?
-Bien… y vos?
-Bien. Que hacés ahora?
-Nada
-Vamos a dar una vuelta?
-Dale…
-Oki

Ambas personas se levantan, se juntan en la puerta de salida a la calle. La cierran y suben al auto. Lo arrancan y se van….
Quizás uno de los típicos diálogos hogareños entre mismos habitantes de una casa y que, posiblemente, hayan estado compartiendo el mismo cuarto.
Quienes llevamos varios años en el hombro no logramos ni siquiera procesar porqué, en los tiempos que vivimos, se dan este tipo de situaciones. O si y nos cuesta asimilarlas.

Recuerdo otros momentos donde hablar mirándose a los ojos era síntoma de transparencia y honestidad entre otras concepciones. Más en el tiempo «de antes» haciendo alusión a la figura del“Guapo del 900”, hasta te podía desafiar «mirame a los ojos o me tenés miedo».
Si bien mirarse mientras conversamos no es el tema en cuestión, si implica una parte importante a la hora de comunicarnos y que el uso del celular no lo permite.
El diccionario nos dice que celular es «perteneciente o relativo a las células». También «un establecimiento carcelario: donde los reclusos están sistemáticamente incomunicados en celdas independientes» (estaremos encerrados?) y finalmente «móvil, terminal, teléfono. Número que se asigna a cada teléfono celular».
Para quienes venimos del teléfono a manija, el llamado celular era el teléfono móvil y solo servía para hablar telefónicamente. Valga la “telefónica redundancia”.
Hoy el celular contiene tantas cosas que hablar es lo menos que hacemos con él.
Hasta allí todo bien. Quizás. Vaya y pase en todo caso.
Pero, que ese aparatito nos atrape de tal manera que no nos permita comunicarnos cara a cara, mirar a ver con quien estamos hablando, aunque más no sea, ya pinta demasiado.
Hace algunas notas atrás dijimos que la comunicación pasa por la prolongación de nuestras manos en ese aparatito rectangular. Cuestión que no implica un pecado capital o que debamos mandar una carta documento, pero la cuestión es que nos está quitando el sabor de comunicarnos. Mirarnos, gesticular, vernos, escucharnos.
Digo que es una época de cobardes.
Una declaración de amor, por ejemplo. Quien no habrá transpirado como testigo falso al esperar para poder conversar con ella o él. Ya sea en el baile del club, en el boliche, a la salida de la misa o poder cruzarse en la plaza o en la vía pública.
Hoy las declaraciones son por mensajes. Menos laburo, menos estres, menos palabras y menos transpiración.
Cobardía porque no afrontamos situaciones cara a cara, mirándonos. «Ya te pago lo que te debo», otro ejemplo. Por whats app una joda. Si se enoja no lo tengo enfrente.
Lástima. Es tan lindo decirle en la cara a alguien «te amo», o preguntarle «cómo estás, necesitás algo».
Y así desalentamos la comunicación y le damos trabajo a los traumatólogos de tanto estar con la cabeza gacha y la columna doblada.
Luis EvaristoAlem
Periodista