Wall Street amaneció optimista y se fue desinflando. El S&P 500 alcanzó los 6.300 puntos por un rato, pero cerró en rojo. ¿La razón? Una inflación que no termina por despejar los temores por los aranceles.
Y como suele ocurrir, cuando en EE.UU. se encienden las alarmas, en América Latina el temblor no tarda en sentirse. Francisco Campos, economista en jefe de Deutsche Bank para la región, no lo disfraza: la segunda mitad del año será más complicada. Volatilidad global y riesgos internos dibujan un escenario en el que cada país deberá remar con lo que tenga.

Brasil sigue bajo la lupa, esta vez por la amenaza de los aranceles. Según Campos, “no hay fundamento económico” para esa medida, pero el ruido puede afectar. Con una política fiscal que “no conduce a la estabilidad”, la moneda se sostiene por las tasas altas. Mientras tanto, en México, el estancamiento económico asoma, aunque todavía sin estanflación.
Colombia es quizá el caso más crudo. Campos no anda con rodeos: “La credibilidad de la regla fiscal ya se murió. Ya la mataron”. El peso colombiano está “fuera de lugar” frente a sus fundamentos, y la pérdida de anclas fiscales complica cualquier intento de estabilización.
Perú y Chile, en contraste, juegan otra liga. Más previsibles, más sobrios, aunque tampoco inmunes al entorno, con las tarifas comerciales al cobre, ni a las elecciones que se avecinan.
Los aranceles siguen haciendo ruido en Wall Street y continúan como una amenaza concreta en América Latina. Allá alimentan la cautela de los inversores; acá, reavivan viejos fantasmas de vulnerabilidad externa. Cuéntenme ustedes qué están viendo en carlos.rodriguez@bloomberglinea.com.