Las declaraciones de la diputada Lorena Arrozogaray no sorprenden. Vienen del mismo espacio que gobernó durante dos décadas Entre Ríos, dejando una provincia endeudada, escuelas deterioradas y, en Gualeguaychú SU CIUDAD , un hospital que lograron inaugurar cuatro veces sin terminarlo nunca. Todo envuelto en un relato progresista que maquillaba la decadencia.
Llama la atención que quien fue viceintendenta de Gualeguaychú durante los años del kirchnerismo más cerrado, se presente ahora como adalid de la salud, la educación y los derechos. Fue parte de una gestión que vació el IOSPER, ocultó el deterioro del sistema público y convirtió la administración en una máquina de sostener privilegios políticos.
Critica que Frigerio sea “el mejor alumno de Milei”, como si el ajuste fuese el problema y no el desastre heredado. ¿De qué estructura de gasto rígido habla Troncoso? Justamente de ese aparato estatal hipertrofiado, lleno de ñoquis con carnet partidario, contratos a dedo y gastos sin control. ¿O acaso la diputada cree que defender derechos es bancar una estructura que no da respuestas y sólo reproduce poder?
Cuestiona la inversión en obra pública y habla de deuda como si su espacio no hubiera endeudado al país con cifras escandalosas y obras inconclusas. Hoy los entrerrianos tienen un gobierno que busca financiar obras reales agua, cloacas, rutas, hospitales— y no propaganda ni recitales militantes.
Sobre el IOSPER: nadie plantea privatizar nada. Lo que se busca es ordenar y modernizar una estructura vetusta, que durante años dejó a afiliados colgados y a prestadores sin cobrar. Lo que molesta es que ahora se gestione con eficiencia, no con militancia.
Y en cuanto a su chicana final sobre la “amenaza del kirchnerismo”: no es amenaza, es una advertencia. Volver a ese modelo de inflación, relato, acomodos y decadencia institucional no es una opción. El límite no es el pasado; el límite es repetir los errores que nos trajeron hasta acá.
Arrozogaray puede seguir jugando al kirchnerismo testimonial desde su banca. Pero los entrerrianos ya eligieron salir del verso. Se terminó el tiempo de los slogans y las excusas. Ahora toca gobernar con la verdad, aunque duela